jueves, 28 de junio de 2012

El Bistró Guggenheim, un bistró de museo.




Este es el museo Guggenheim, en Bilbao. Lo he visitado varias veces. Es extraordinario como obra arquitectónica y sus exposiciones temporales lo suficientemente atractivas como para hacerme volver una y otra vez. La foto es de Manuel Rodríguez Prieto, todo lo que sé de fotografía se lo debo a él. Además de gran maestro.... es mi padre.

Mi última visita al museo fue un tanto improvisada. Me acerqué a Bilbao porque quería visitar Becara, una tienda de decoración que me encanta. Buscaba una mesa de centro; para los sofás. No encontré ninguna, pero me quedé enamorada de un escritorio todo de acero que probablemente vendrá a sustituir a uno antiguo de herencia, desde donde escribo, que nunca me gustó.
Pensaba comer en el Bistró del Guggenheim, que está casi al lado, y contarlo después. Y así fue como surgió mi visita improvisada al museo. Fue la guinda del pastel.





El Guggenheim cuenta con dos restaurantes; un Bistró informal y desenfadado, con ambiente joven, cosmopolita, y cocina sensacional. Y el restaurante Nerua más sofisticado; un espacio gastronómico neutro y armonioso que fusiona el comedor con la cocina como prolongación e interpretación de la misma. Un lugar más chic.

Ambos lugares tienen algo en común. La magnífica silla diseñada por Frank Gehry; que me encanta!




El color rojo contrasta con el tono suave de la madera y forma una visión armónica y agradable que acompaña al comensal como si de un cuadro se tratara.

El Bistró del Guggenheim es una transición entre el arte y la comida.






El rojo de los tapizados aparece sobre la mesa en el "gazpacho de tomate y sandía" con tartar de atún aliñado, brotes y hierbas frescas. Una propuesta refrescante y deliciosa.

El toque de atún sublime, y el gazpacho como Dios manda, con la sandía de forma independiente; en simpáticos cubitos. Como los del tapiz que tenía enfrente!





Es curiosa la sensación de comer en un museo. Ya lo hice una vez en el Louvre de París, en el café Marly, desde donde se llega a ver la Victoria de Samotracia entre hamburguesa y ensalada. Interesante fusión.





Tengo debilidad por los risottos, y aunque este no se llamaba así, a mi me supo a risotto. Se trata del "arroz cremoso de marisco" con mejillones de roca y espuma de ali-oli.

Aparentemente es sólo un arroz, pero sólo aparentemente. En la boca es un bocado de mar con la textura del meloso cereal. La espuma de ali-oli me pareció genial. Parecía nata montada, pero sabía a otra cosa. Un acompañamiento sorprendente por su originalidad.

Hay dos formas de contemplar un cuadro.... de cerca y de lejos. Así os presento el plato principal "cordero asado y deshuesado con puré de calabaza y trazo de café".






Este plato me llegó al alma. El sabor glorioso; pero lo mejor la forma. Soy un poco especial para las carnes y pescados. Tiendo a preferirlos con un aspecto lo más alejado posible de su forma original.

El pescado sin, piel, sin espinas, sin nada que me recuerde al pobre pez. Y lo mismo me sucede con la carne.

Así que disfruté mucho con este plato, tan delicioso y tan fácil de comer. El trabajo ya hecho. Parecía un pastel!




Esta es nuestra mesa antes de saber que una deliciosa torrija me estaba esperando a la vuelta de una horita y media.

Quienes me siguen saben que me chifla, y últimamente estoy teniendo una enorme suerte con los menús de degustación. La torrija aparece como una sorpresa inesperada; pero tan bien recibida como si fuera de encargo.

Como la carne y el pescado, me gustan las torrijas que no tienen nada que ver con una rebanada de pan. Como ésta!






"Torrija empapada en yemas de huevo y nata, caramelizada en la sartén con crema helada".  Con silla de Frank Gehry al fondo.... y aroma de titanio.....el que recubre el restaurante y el museo.



      Foto: Manuel R. Prieto.

     Foto de su hija; o sea yo.



Un menú soberbio en un marco incomparable, por un precio..... inconfesable!: treinta y dos euros más iva.  No se lo digas a nadie.... hay tortas para reservar! También puedes acogerte al menú de veintinco euros eligiendo primero, segundo y postre, entre un buen conjunto de suculentas propuestas. Y no es un guiño al surrealismo; son precios de verdad.






Esta caja fue sorpresa. Apareció justo al final. Soy muy golosa, pero confieso que no la puede acabar.
Petit-fours!






Cuando pensába que mi aventura en el Guggenheim había tocado a su fin, los chicos del Bistró, encantadores, nos ofrecieron la posibilidad de visitar el museo.

Y así fue como sin proponérmelo conocí a David Hockney y su obra colorista! El museo recoge un conjunto de obras recientes realizadas por el destacado artista británico e inspiradas en el paisaje del este de Yorkshire. Aproximadamente doscientos cuadros, la mayoría de ellos de gran formato y realizados en los últimos seis años.

Podéis verla hasta septiembre!










Me gustó el aire Naif de esta serie de pinturas. Me impresionó el gran tamaño de alguna de ellas. Ocupando una pared entera, enorme!!

Sin duda volveré con los niños, les encantará porque es una pintura fácil y colorista. Atractiva, y sencilla de explicar.

Un placer para la vista.....como el placer de tocar los muros del museo, el de escuchar los pasos de la gente que va y viene inquieta por conocer, el del olor de los cuadros nuevos, y el del sabor de los platos de su Bistró!












Bon Appétit!

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